jueves, 23 de noviembre de 2017

Tropical beach in Alovera

 Uno de los temas que siempre me ha traído de cabeza es el del debate del agua y su gestión, pues a pesar de la importancia que debería tener en España por el clima al que está sometida la mayor parte de la Península, y trato de seguir su actualidad en lo posible.

La última ocurrencia que le leído ha sido la de crear una una playa artificial en Alovera (Guadalajara), en el Corredor del Henares y muy cerquita de Madrid, la más grande de Europa he leído (cómo nos gusta esto de "lo más de Europa") y con su glamour tropical y tal … pero al llamarla ocurrencia, se entenderá que estoy en contra…


Pues no, sin embargo, a mí me parece perfecto que se haga. Porque es una manera, artificial, sí, de dar salida a una demanda de un… servicio natural que ha sido destruido en Madrid (y ahora lo explicaré).

El hecho también es que por ejemplo en Francia hay muchos de estos lagos arficiales usados como playas… ya que los ríos de las llanuras boscosas del centro y norte de Europa no son cristalinos naturalmente. Las lluvias continuas, la descomposición de materia orgánica y la estructura de los suelos hace que normalmente sean ríos turbios de manera natural. Y claro, en ríos turbios apetece menos bañarse.

Los ríos naturalmente más claros son los de las montañas, con crecidas de régimen nival que limpian los cauces de lodos, y sobre todo los de zonas calcáreas pues actúan de filtro. 

El mejor ejemplo en Europa... es el Soča, en Eslovenia. Este es el Soča:


Aunque pocos pueden tener el Soča al lado de casa. Por lo que, bueno, en Cuenca tenemos el Júcar…





Pero en Madrid ahora mismo no hay nada. Pero no hay nada, no porque no lo hubiera, que lo había, sino porque el potencial natural de Madrid y sus alrededores -de aquello queda casi solo El Pardo, como reserva exclusiva de uso real y por esta misma razón- ha sido explotado, sobreexplotado y arrasado. Los baños del libro “el Jarama” ya no son posibles. Las prisas en el desarrollismo destrozaron el potencial natural de Madrid en gran parte.

Así, la sobreexplotación ha extenuado los caudales de todos los ríos del Guadarrama.
El Tajo en Toledo que antaño era y era motivo de excursiones domingueras en tren para bañarse desde Madrid, se convirtió en la gran cloaca nacional por el trasvase y el macrodesarrollismo de la propia capital en los años 70 y 80, y actualmente es esto:

 

La Charca Verde en el Manzanares era el último lugar donde se permitía el baño de los ríos de la Sierra de Guadarrama, donde el baño se prohibió hace poco. Ya solo queda el Alberche gredense y ya veremos hasta cuando (ya hay problemas en la zona talaverana)…



Río Alberche en Navaluenga (Ávila)

La solución real para esto, como para la contaminación aérea, como para muchas cosas, era haber planificado mejor el desarrollo de Madrid, antes de ponerse a construir.
 La solución real era haber desarrollado esta zona central de la meseta siguiendo el canon primigenio castellano de descentralización multipolar en ciudades, y no copiando unos esquemas centralistas que nos eran ajenos. 

Así, se hubieran conservado limpios y con caudal el Manzanares, el Guadarrama o el Jarama. Así, no habría que tomar las medidas de restricción de tráfico por la contaminación del aire. Pero con el patrón de desarrollo seguido por Madrid en los siglos XIX y XX, esto ya es imposible.

Puestos así, con este panorama en la aglomeración madrileña, sí, por supuesto me parece es “buena idea” la de la playa artificial en Alovera para poder satisfacer esa necesidad de refrescarse durante el más que ardiente verano mesetario.

Los embalses de la cabecera del Tajo, antaño muy limpios y rebosantes, hoy día están esquilmados por el trasvase a Murcia y Alicante -otro territorio sobreexplotado-, no tienen remedio de momento. Por lo tanto Madrid le queda el mencionado Alberche, las alternativas de playa valenciana a 380 kilómetros, o piscinas privadas llenadas a base de desecar ríos de Guadarrama, o el siguiente: el Sorbe. Que es el que debería llenar esa propuesta piscina artificial en Alovera. Y que es la alternativa que les queda a los urbanitas madrileños para poder bañarse al aire libre a menos de una hora de viaje.

Pero me quedo en este ejemplo de río cercano a Madrid, el Sorbe, como “frontera” para plantear la cuestión de la despoblación y el desarrollismo condensado, como “frontera” entre la “España vacía” y la “España saturada”…  el río que debería surtir la playa artificial en Alovera. Los trasvasables y los trasvasados. Supongo que mi conclusión que veréis venir es obvia: el desarrollo y la calidad de vida de los territorios superpoblados no puede hacerse lastrando el desarrollo de aquellos otros territorios que “han vivido por debajo de sus posibilidades” y que albergan recursos naturales más conservados. No se puede desecar el Sorbe para llenar una playa artificial en Alovera. Es como reproducir, en una metáfora a pequeña escala, el conflicto países desarrollados-tercer mundo.

Pero supongamos que esto no se hace así. Pongamos que las cosas se hicieran bien, y que el río Sorbe pudiera abastecer sin problemas esa playa artificial.

Puestos así, lo apoyo: puesta en marcha de avances técnológicos y de medidas más o menos artificiales – como puede ser la playa artificial, las restricciones del tráfico en “la almendra” madrileña para la contaminación aérea, medidas de depuración de aguas residuales… - para resolver los problemas de los territorios de concentración humana y sobreexplotación ambiental… estoy a favor, por supuesto.

Pero a su vez, medidas de conservación y de desarrollo adaptado a las condiciones naturales en aquellos otros territorios que se han mantenido –sea por falta de alternativa, iniciativa, o convicción-  más apartados del desarrollismo sin riendas, en plan “prefiero ser un indio que un importante abogado” que dice la canción de Extremoduro. Es buscar un equilibrio, y no acentuarlo con políticas de pan para hoy y hambre para mañana, políticas de... "si no lo robas el río tú lo robará otro" que tan lamentables resultados trae en España.
 
Esta política que defiendo de búsqueda del equilibrio quizá suene utópica para muchos… pero pienso que hay un territorio autónomo en el Estado que sí lo está llevando a la realidad en lo posible: Euskadi, poniendo la capital administrativa en Álava, su territorio más despoblado, desindustrializando el centro de Bilbao y diversificando su economía, a la vez que manteniendo su tradición administrativa de Diputaciones Forales. Y creo que no soy el único en reconocer esos progresos en equilibrio territorial cuando las ciudades vascas están recibiendo premios internacionales de urbanismo y medio ambiente de manera continua (la última Bilbao hace dos semanas).

Intentando aplicar ese esquema de equilibrio en nuestra tierra se me ocurre incluso una idea como ejemplo, ahí al lado de Alovera (y al otro del límite de C.A. , pero entiéndaseme, no tiene nada que ver con ello ni sus colores políticos).

Creo que mejor que esa “playa artificial” en Alovera, despersonalizada, desvinculada del río y de sus poblaciones más importantes como una especie de playa tropical aterrizada en medio de la meseta (o quizá además y aparte, de ese proyecto al que tampoco me opongo), sea el recuperar bien el Henares en Alcalá (el último de los ríos madrileños que conserva un estado ambiental digno) y crear en su llanura de inundación, hoy día desocupada, y donde no se debería construir por ser llanura de inundación, un parque fluvial con playa artificial, lagos, paseos, parque botánico o toda la parafernalia que se les ocurra, combinando de alguna manera esa idea de “parque acuático” con la recuperación del río y el vínculo cultural de los habitantes y visitantes de Alcalá, como Ciudad Patrimonio, con su entorno natural directo con el Henares y la primera Alcarria (Cerro del Viso), y que su puesta en valor sirviera asímismo de concienciación y de freno a su deterioro ambiental, de intentar parar el desarrollismo desconsiderado hacia el entorno, una manera de decir: hasta aquí.


Llanura de inundación entre Alcalá y el Henares

Solo es un ejemplo, una propuesta… en dirección a establecer las relaciones hombre-naturaleza en un plano de concordia, como dijera Delibes en su famoso discurso de entrada a la Real Academia de la Lengua allá por el 75.


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